Montse Domínguez: «La sensibilidad no entiende de sexos»

Montse Domínguez es una periodista española. Dirigió la edición española del diario digital estadounidense Huffington Post desde 2012 hasta 2018. A partir de esa fecha, se hizo cargo del suplemento dominical de El País, El País Semanal. Hablamos con ella sobre el papel de la mujer en el periodismo y la creatividad que requiere dirigir un medio de estas características.

Foto: Carlos Pina

Se conmemoran jornadas como la 8 de marzo, Día de la Mujer; muchas veces como si solo hoy fuera importante. ¿Es así?

Tengo la impresión de que las cosas han cambiado. La voz de las mujeres no solo se escucha el 8 de marzo. Lo he notado en el Periodismo claramente, pero también en reuniones, cenas con amigos… El debate sobre cómo conseguimos una igualdad plena ya está en la calle, en las familias, en los lugares de trabajo. Y, especialmente, en los medios de comunicación, donde nos lo demandan los lectores y lectoras: quieren escuchar lo que se hace y cómo estamos avanzando al respecto. Los temas sobre la lucha por la igualdad, el feminismo, ya no son algo que se recuerde puntualmente, sino que están presentes en el día a día de la gente.

Cada vez más medios de comunicación incorporan noticias relativas a mujeres. ¿Responde a una moda o es algo que ha llegado para quedarse?

La lucha por los derechos de la mujer lleva mucho tiempo. Es verdad que todos los movimientos tienen momentos cumbre. El año pasado se cuajó una serie de situaciones y demandas: un grito colectivo que se visualizó. Pero ni es una moda ni «viene y va». Está para proponer un debate serio y exigir medidas que dejen el plano teórico y afecten directamente a nuestra vida cotidiana. Es un cambio social que está reclamando la sociedad, no solo el 50%. Hay muchos hombres cómplices en esta exigencia de cambio.

Dentro de tu ámbito, el periodismo, ¿en alguna ocasión te has sentido discriminada o has sentido que tenías que demostrar más por el hecho de ser mujer?

Los centros de poder, tanto del periodismo como de otras profesiones, siempre han sido herméticos y excluyentes con la mujer. Las mujeres hemos tenido mando en plaza, pero no hemos ocupado por derecho un lugar en los centros de decisiones.

Eso sí, desde que yo he empezado en esta profesión hasta ahora, sí que percibo cambios sólidos, paso a paso, pero que hemos tenido que defender con uñas y dientes. Hemos colocado en la agenda problemas que son de las mujeres, y también, por tanto, de toda la sociedad. He visto una gran transformación. Pero, a pesar de eso, todavía hay reticencia a que las mujeres ocupen espacios en la alta dirección, un espacio del que hemos sido tradicionalmente excluidas.

Echamos de menos a mujeres referentes en ciertos ámbitos, ¿por qué faltan, como comentabas, mujeres en puestos de liderazgo?

Es algo que estamos tratando de romper ahora. Creo que, sencillamente, responde a una razón cultural. Los hombres definen y defienden muy bien los espacios, su forma de ejercer el poder; y consideran a las mujeres buenas colaboradoras, buenas manos derechas, pero tratan de excluirlas de esos centros de poder. Insisto: eso está cambiando. Parte de nuestro deber, nuestra obligación, sobre todo de las que tenemos cierta capacidad de mando, es ir empujando y abriendo espacios para otras mujeres. Los referentes son muy importantes. Cuando, durante toda la vida, das por hecho que hay un techo de cristal, que no puedes aspirar a más… tiras la toalla. Pero cuando ves que hay mujeres que ejercen el poder, que están ahí; de alguna manera tiras de la legítima ambición de otras.

¿Hay temas «de mujeres» y «de hombres»?

Un mundo dominado por los hombres tiende a establecer zonas de sombra sobre puntos que consideran que no son importantes. El ejemplo clarísimo (y no solo en este país, sino en las sociedades desarrolladas donde nos movemos) es cómo valoramos la violencia contra las mujeres. Yo soy de la generación en la que, cuando un hombre mataba a una mujer, era un «crimen pasional». Nunca entraba en la agenda de los temas más importantes a tratar. Se consideraba que pertenecía al ámbito doméstico.

Ha sido necesario entender que todo lo que afecta a las mujeres es un problema social de todos, no solo de un colectivo. Se ha ido imponiendo, tanto en la agenda política como en todos los demás espacios. Y no solo las muertes; el maltrato, los huérfanos, el tratamiento de las familias que quedan descabezadas por un crimen de estas características… No es un asunto de mujeres: nos concierne a todos.

¿Existe, en esa línea, una sensibilidad propiamente «masculina» o «femenina»?

Eso no lo tengo tan claro. La sensibilidad no entiende de sexos. Creo que hay hombres en el mundo del arte, del cine, de la literatura, que tienen sensibilidad de sobra para entender los asuntos de mujeres… Sería absurdo que lo de los hombres solo pudieran hablar de hombres; y las mujeres, solo de mujeres. A mí no me gustaría ese mundo. Lo que no tiene sentido tampoco es que es que se silencie o no se le dé valor a la visión de las mujeres en el mundo cultural de manera habitual.

Una mujer es capaz de contar historias de hombres. Eso es lo que define a un gran artista, a un gran escritor o a una gran pintora: su sensibilidad para meterse en la piel de otros. Y eso no depende del género. Pero, evidentemente, si dejas en la sombra la sensibilidad y la capacidad de expresarse de las mujeres, hay una parte del mundo que nunca saldrá a la luz. Se perderá.

¿Cuánta creatividad requiere dirigir una revista como El País Semanal?

Cuando diriges una revista como El País Semanal, la creatividad (junto con el buen periodismo) es el componente básico. Es un producto casi de lujo que llega todos los domingos a las casas con las mejores entrevistas, los personajes más interesantes, la mejor fotografía y grandes reportajes desde una perspectiva más pausada que la que te encuentras en el día a día del periódico. Todo eso tiene que estar envuelto en una creatividad radicalmente distinta a la del periódico en papel diario. Es un esfuerzo colectivo tremendo en el que participamos todos: redactores, fotógrafos, directores de arte, maquetadores… Hay que hacerlo absolutamente atractivo: reclamar tu atención sobre lo que contamos. En una revista es tan importante el fondo como la forma o, mejor dicho, de qué forma: cómo hacemos para que esta te invite a sumergirte en el contenido.

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