La enseña valenciana Media Vaca ha logrado algo más que el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural -otorgado hace apenas unos días-. Su mayor éxito tiene que ver con obrar, tal que con un cincel, una personalidad subyugada a sus ideas propias, de invariable movimiento pase lo que pase. Sus libros ilustrados, el brillo a la tarea editorial y las corazonadas que han definido sus colecciones, han hecho el resto.
Se suele decir muchas veces de muchas cosas que son ‘de culto’, de puro culto, pero qué si no es Media Vaca. Uno se los imagina, a BegoñaLobo y Vicente Ferrer, en un camarote de libros con vida propia, inmersos en una aventura que, pese a todo, ¡pese a los premios incluso!, no concluye ni se interrumpe excepto por peticiones invariables de entrevistas.
Eso, una interrupción. Conozcamos las profundidades de Media Vaca…
Todo comenzó así
«A finales de los 80, los dos (Begoña y Vicente) estábamos estudiando guion de cine gracias a un curso del INEM y trabajábamos como guionistas en varios proyectos para cine y televisión. Por muchas razones, nos pareció que hacer libros podía ser una forma barata de hacer películas.
Vicente es dibujante y conocía muy buenos ilustradores que estaban deseando publicar trabajos que no tenían cabida en el mercado convencional del libro.
Iniciamos en esa época una colección de cuadernillos con el nombre 1/2 Vaca, escrito como fracción, de la que, a lo largo de diez años, aparecieron más de 300 números. Después de pensarlo mucho, y gracias a la venta de un terreno que Vicente había heredado de su padre, decidimos convertirnos en editores de nuestros amigos para participar en el debate público y dar nuestra opinión sobre cómo deberían ser los libros para niños. Aquí conviene hacer dos precisiones: 1) aunque trabajamos con autores que son amigos, a la hora de publicar solo valoramos el mérito de la obra, no la amistad; y 2) el dinero que recibimos a cambio del huerto de naranjos dio para pagar los tres primeros libros, sí, pero tal como vino se marchó».
Editar el primer libro
«El primer libro fueron tres: No tinc paraules, una historia sin palabras de Arnal Ballester; Narices, buhitos, volcanes y otros poemas ilustrados, una antología de poetas que no son los habituales en los libros infantiles, ilustrado por Carlos Ortin; y Pelo de Zanahoria, novela breve de Jules Renard (1864-1910), con dibujos de Gabriela Rubio. Nos pareció oportuno arrancar con tres títulos —y concretamente estos tres— para presentar el proyecto y los planes editoriales.
Empezar publicando un libro sin palabras era toda una declaración de intenciones, y se consideró algo insólito, porque no era evidente a qué público estaba dirigido.
Hay que decir también que, dentro del sector de la literatura infantil y juvenil, muchas personas aplaudieron el atrevimiento y nos dieron su apoyo».
La elección de los ilustradores
«Algunos son conocidos, otros no lo son tanto. Hemos publicado a premios nacionales e internacionales, y también la primera obra de algunos jóvenes estudiantes. Lo que valoramos no es el nombre sino la obra. De todas formas, los autores reconocidos y los recién llegados se confunden completamente cuando el público no es especialista, y la comunidad de lectores que conforma el público mayoritario de los libros infantiles no suele serlo. Solo unos pocos nombres logran traspasar la barrera de la popularidad y disfrutan de una difusión masiva que contrasta con el poco caso que suele hacerse al resto de los autores.
En principio, preferimos ocuparnos de los menos conocidos, porque los otros ya disponen de medios y canales, a veces poderosos, para dar a conocer su obra.
Sin embargo, también ocurre que autores muy conocidos no consiguen publicar determinados trabajos, por distintas razones, y necesitan un editor más arriesgado que los rescate. El Bestiario de Ops (más popular hoy como El Roto), por ejemplo, es un trabajo magnífico; publicado por Alfaguara en 1989, ha agotado varias ediciones y hoy no está disponible en las librerías al alcance de nuevos lectores».
Qué debe tener una obra Media Vaca
«No es que deba tener unos ingredientes especiales. Solamente hacemos tres libros al año, así que la selección ha de ser necesariamente muy rigurosa. Influye de manera determinante el gusto personal y el capricho de los editores. Si varias semanas o meses o años después de conocer determinada obra de tal artista, seguimos recordándola y nos asalta por las noches y no nos permite dormir, lo mejor es dejarlo todo y ponerse a hacer ese libro».
Dicotomía entre ilustración y libros para niños
«Antes, los libros ilustrados estaban dirigidos a niños que no sabían leer o que estaban aprendiendo, y también había historietas para otros más mayores que ya sabían, pero que no tenían una gran afición a la lectura. Hoy, todo está más mezclado, y hasta da la impresión de que los adultos se han apropiado de los libros que tradicionalmente se ofrecían a los niños.
Puede ser una moda, sí, pero seguramente durará. Es tan absurdo considerar que las imágenes han de ser consumidas únicamente por lectores jóvenes como lo contrario.
En nuestro caso, tratamos de abordar la cuestión con naturalidad: al margen de constituir un reclamo atractivo, las imágenes constituyen un lenguaje con un alfabeto propio, que hay que conocer. Si uno no lo entiende todo, no pasa nada; es la lectura de muchos libros y de muchas imágenes la que educa al ojo y a la cabeza. Los autores más libres, con menos prejuicios, aquellos que más investigan y experimentan, son los que proponen trabajos con mayores posibilidades de lectura y dirigidos a un público más amplio. Son los que más nos interesan».
Os quiero pedir que me comentéis alguna de vuestras colecciones…
El mapa de mi cuerpo: «Los únicos libros de los que hemos comprado derechos de traducción son los de la serie El mapa de mi cuerpo, del japonés Genichiro Yagyu. Los conocimos en la Feria del Libro de Bolonia y tardamos tres años en conseguir que la editorial que los publicaba contestara a nuestra solicitud. Aunque no podíamos leer los textos, enseguida comprendimos su humor, y nos sentimos muy cercanos a un autor que había decidido hacer libros científicos para niños sobre los agujeros de la nariz, las costras, las tetas o el ombligo».
Mi hermosa ciudad: «Es un alfabeto de ciudades. Cada ciudad está retratada por un ilustrador que vive en ella y que, por tanto, tiene sentimientos encontrados: hay días en que la ama y no quisiera abandonarla nunca, y días en que la odia y quisiera reducirla a cenizas. Cada autor nos plantea un proyecto a partir de sus propios intereses, que acostumbran a ser muy variados. Lo que todos los títulos de la serie tienen en común es que en ningún caso son libros para turistas».
Libros para mañana: «La colección original, publicada por La Gaya Ciencia en 1977 y 1978, se llamaba Libros para mañana, y así se sigue llamando, porque en líneas generales, su contenido sigue estando vigente. Invitamos a cuatro jóvenes ilustradores (contemporáneos de la primera edición) para que propusieran nuevas imágenes a estos libros de política para niños. Que los textos puedan leerse hoy sin extrañeza es algo que nos entristece y que a ojos de cualquier lector debería constituir un verdadero escándalo».
Últimas lecturas: «Nos tuvimos que inventar esta colección para publicar el libro Crímenes ejemplares, de Max Aub, porque nos pareció inadecuado hacerlo bajo el sello Libros para niños. Los libros de esta serie, en cualquier caso, comparten el mismo tamaño, formato y encuadernación que los dedicados a los niños, y hay que asomarse a su interior para poder distinguirlos».
Así es un día en Media Vaca…
«Todos los días se parecen. Hay mucho trabajo que hacer en el ordenador, y es un trabajo solitario. Continuamente llegan mensajes, con todo tipo de requerimientos, y hay que contestarlos.
Cada uno trabaja en su mesa, delante de una pantalla. Por la ventana nos llegan las voces de los niños que juegan en el patio del colegio vecino. (¿Son nuestros lectores? Alguno sí, quizá). Por las tardes dedicamos bastante tiempo a hacer paquetes y enviar libros a particulares y librerías, porque desde hace un tiempo somos nuestros propios distribuidores. Muchas veces los paquetes son de un solo libro, pero cada pedido es una buena noticia. Vienen los mensajeros. Vamos a Correos. En ocasiones (cada vez menos) bajamos a una cafetería para leer o escribir; para revisar una traducción o trazar el boceto de una cubierta en una servilleta de papel. Ver gente alrededor, riendo, hablando sola a un aparato o manteniendo conversaciones en grupo sobre cualquier tema, nos distrae y también nos anima. Favorece el movimiento de las ideas».
Qué es ‘la cosa’
«En nuestra web hay una sección que habla de un libro titulado Lecciones de cosas, un proyecto a medias con el dibujante Micharmut. Durante mucho tiempo quedábamos en bares de Valencia para tomar café y contarnos nuestros descubrimientos. Al margen de estas citas, Micharmut nos enviaba por correo unos cuadernitos fotocopiados con los preliminares del libro, donde iba dando cuenta de todas las nuevas ideas que tenía intención de desarrollar posteriormente. Desgraciadamente, Quique Micharmut falleció en 2016. Quizá habría que retomar el trabajo que dejó hecho, porque, aunque inconcluso, es muy valioso. Lo hemos pensado muchas veces, pero no sería lo mismo. Lo que era divertido era hacer el libro con él, charlando. No hemos querido quitar de la web esas informaciones».
El próximo sueño
«Un sueño no puede ser un libro. En todo caso, el sueño es poder seguir haciendo libros con personas amigas. Y después, encontrarnos con los lectores, y celebrar: la vida, la luz, los libros. A finales de año (y especialmente el día 18 de diciembre), festejaremos los 20 años de Media Vaca. Hemos organizado varias actividades con ilustradores que vendrán a acompañarnos e inauguraremos una exposición en Las Naves que llevará por título Brindis al Sol. Todo el mundo está invitado».