El Anuario de Ilustradores representa una tesis saludable del estado actual de la ilustración argentina. Una producción editorial que combina ilustraciones radicalmente diferentes en sus variadas concepciones estéticas, conectadas por un interés recíproco en narrar un relato visual.
En su novena edición, la páginas lustrosas del Anuario de Ilustradores descubren historias que capturan el espíritu de su tiempo, como las acuarelas y técnicas mixtas de Martina Trach, Ana Sanfelippo y Gabriela Salem, obras evocativas de una memoria sedosa que interpelan a la infancia. Juan Pez, Ivana Boullón y Pablo Elías, por su parte, invocan en su narrativa un mecanismo del absurdo con altas referencias (p)optimistas. El tono complaciente y flou de algunas obras no disimula, sin embargo, la aparición de otras cuya técnica en 3D, experimentación y arte digital predicen una ilustración contemporánea de referencias sintéticas e idealización líquida, como las esculturas de Guillermo Lizarzuay e Iván Flugelman. O El Bosco revisitado con acento porteño, en el acrílico de Dos Perros. En el Anuario de Ilustradores participan, entre otros, Alina Najlis, Javier Reboursin, Eugenia Mello, Pablo Kondratas, Faka Quiroga, Florencia Kohan, Guillermo Meza, Leandro Castelao y Juan Martín Ayerbe, quienes no solo garabatean o dibujan, sino que en su proceso definen contenidos personales y legitiman el arte de ilustrar como autor. Un ánimo generacional que comparten con el completísimo sitio Ilustradores Argentinos y el Premio a la Ilustración Latinoamericana, organizado por la Universidad de Palermo.
El Anuario de Ilustradores, concebido bajo la forma de financiación colectiva, trama una red que intersecta intereses de una comunidad activa tanto en Latinoamérica como en todo el mundo, cuya perseverancia opaca otras especializaciones de la disciplina, desplazándose, según el crítico Steven Heller, hacia otros géneros. En el prólogo del hiperglobalizado quinto volumen de Illustration Now!, Heller sostiene que «en la década de la aparición del primer volumen de Illustration Now!, la ilustración se fue desplazando a ámbitos cada vez más eclécticos, con tantos estilos y artistas estilizados para elegir, que resulta difícil para cualquiera, sobre todo para mí, predecir los derroteros que tomará esta manifestación artística si no es augurando un futuro luminoso y brillante». Para Heller, cada fragmento representa un patchwork global, cuyos múltiples antecedentes históricos incluyen a Edward Hopper y Seymour Chwast hasta arribar a Noma Bar y la mordacidad de Sue Coe. Steven Heller asume la voz defensora del pragmatismo comercial de School of Visual Arts, así como Anuario de Ilustradores concentra el espíritu educativo de las cátedras de la Universidad de Buenos Aires.
Si en Illustration Now!, el editor de Taschen Julius Wiedemann, reúne por medio de un punto de vista editorial lo mejor de la ilustración contemporánea, el colectivo de Ilustradores Argentinos crea «un collage humano de partes que encuentran un mismo placer, compartir el mundo de la ilustración». Y allí ambos coinciden. En un salto al vacío confesional los integrantes del colectivo dicen «intentamos manifestar la interacción de nuestras voluntades en una superposición de tintas. Encontramos en ellos la afirmación, la ausencia, la reversión, la pregunta, la respuesta, el complemento, el orden y el caos». Frente al dilema de todo ilustrador, es decir el de toda una comunidad, anhelan soltar los prejuicios de la mano y la cabeza ante resultados inesperados, «ensimismándonos, con otros, en grupo, en solitario, atravesado, sufrido y disfrutado, la problemática satisfacción de vernos a todos juntos». Sin duda, el grupo condensa en esta metáfora amplia una visión de conjunto, en tanto géneros, estilos y exigencias, vital para celebrar diez años de ilustración junto a las demandas de la práctica y los placeres de la edición independiente.