A las afueras del barrio de Fuencarral, bajo el cálido sol madrileño de septiembre, en el antiguo cuartel del Ejército, nace la pequeña ciudad del arte: el Museo Zapadores. Masaaki Hasegawa, el artista japonés que conjuga arte y humanismo, crea ahí la obra de caligrafía más grande del mundo. En la azotea de la vibrante ciudad-museo, Masaaki fusiona colores, culturas e imaginación que cubren 1.800 metros cuadrados con caligrafía urbana. Entrevistamos al artista japonés que elimina barreras culturales e imagina diferentes mundos.
El arte como herramienta
Masaaki Hasegawa tiene una historia extraordinaria. Nacido en Japón, ha recorrido medio mundo –Europa, Oriente Medio y Asia– en busca de una vida más creativa, hasta convertirse en un cosmopolita. Su Curriculum Vitae no tiene fin. Es luchador profesional de MMA, estratega de inversión, periodista en Creatividad, escritor y calígrafo. Además, es el embajador del Museo de Caligrafía en Moscú. ¿Cómo conviven todos estos perfiles en una misma persona?
Masaaki asegura que todas las actividades a las que se he dedicado están conectadas entre sí. Sin embargo, estas no definen quién es. Más bien, son las misiones, sus objetivos y sus metas, los elementos que explican y justifican su trabajo. Habría que ir más allá y conocer su motivación personal. «El mundo no te asegura ningún resultado, pero puedes aumentar la probabilidad de cumplir tus sueños si llevas a cabo tus ideas. Es verdad que he hecho diferentes cosas en varios ámbitos, pero toda mi experiencia sirve para desafiar la capacidad del ser humano. Mi motivación es sacar lo mejor de mí mismo para demostrar que todos pueden ser mucho más creativos de lo que piensan. Y todas las actividades que hago comparten la misma misión», nos escribe en castellano perfecto mientras viaja a la capital de Ucrania, donde crea magníficas obras con el propósito social de eliminar cualquier tipo de barreras y fronteras.
«Me dedico al arte para demostrar las capacidades del ser humano y para conectar a la gente sin tener en cuenta las fronteras. Para mí, el arte es un catalizador para alcanzar estas metas; no es la herramienta para expresar algo personal. Sin duda alguna, me gusta crear obras, pero cuando tienes un objetivo más grande que tu propio beneficio, puedes llegar a tu potencial real y sacar lo mejor que hay en ti. Reflexionar sobre otros o sobre el mundo requiere pensar e imaginar a lo grande. Pensar solamente en ti mismo es una limitación».
Masaaki Hasegawa no estudió artes, sino finanzas. Cuando publicó su primer libro Sí, Eres Creativo en 2015, tuvo una charla en la librería del Museo de Reina Sofía. Alguien de los visitantes le preguntó por qué no se dedicaba al arte si estaba hablando sobre creatividad –un típico estereotipo–, pero en aquel momento, el joven japonés entendió que podía hacerlo. «Como nunca había estudiado arte, necesitaba entender qué podría llegar a crear. Cuando trabajaba como un estratega de inversión, escribía mis ideas de tal modo que otros no pudieran leerlas ni entenderlas. Por lo tanto, decidí transformar esa manera de escribir en una forma más artística, creativa y excepcional», recuerda.
El origen de su Caligraffiti
En el peculiar caso de Masaaki, no poseer conocimientos de arte le ayudó a pensar outside the box. Es decir, lo que pretendía hacer no encajaba en ninguna forma de arte tradicional ni urbano. Como no tenía experiencia anterior, podía imaginar y pensar sin límites, sin cánones ni ‘normas’ establecidas. Así nació Caligraffiti.
Para Masaaki, Caligraffiti es un tipo de caligrafía moderna que conecta la caligrafía tradicional con el arte urbano. Sobre estos dos conceptos aparentemente opuestos, el artista admite que la caligrafía tradicional no interesa a los jóvenes y, por otra parte, es consciente de que el arte urbano, y los grafitis en particular, suelen crear problemas sociales porque se pintan en la propiedad de otros. «Normalmente, caligraffiti significa en arte urbano dibujar letras con spray –explica Masaaki–, pero lo que intento hacer es conectar dos mundos distintos y crear un ámbito nuevo: una forma de arte moderno».
Un alfabeto híbrido, plástico y emocional
Masaaki dibuja con letras que pertenecen a un alfabeto inexistente, imaginado, y, por lo tanto, no se pueden leer. Pero, ¿qué técnicas está utilizando para su creación? Parece que hay una mezcla de estilos y, para cada obra, un estilo especial. En la base de su tipografía se esconden dos alfabetos: el inglés y el japonés (influenciados por técnicas de caligrafía japonesa). Sus nuevos trabajos de caligrafía y arte nacen bajo el titular Connect People Trough Art Beyond Borders, una colección de obras de caligrafía que tiene como objetivo conectar a la gente más allá de las fronteras –territoriales, culturales y artísticas–.
«Utilizo letras como base, pero la verdad es que ni las dibujo ni las escribo, sino que convierto mis pensamientos e imaginación en diferentes formas de líneas y colores. Como cualquier artista, lo que intento hacer es capturar el caos en el orden y generar el orden en el caos: vivo en ese margen. Por lo tanto, lo que hago es arte abstracto utilizando letras y líneas».
Masaaki confiesa que, detrás de todas sus obras, está la profunda reflexión sobre el idioma. Es obvio que el idioma es muy útil, pero siempre crea barreras, y el propio artista lo sabe porque ha vivido en cuatro países distintos: Australia, Japón, Israel y España. «No importa cuántos idiomas puedas hablar, siempre tienen limitaciones. Cada idioma tiene una interpretación propia. Cada persona vincula una palabra con alguna experiencia personal. Por lo tanto, traduciendo de un idioma a otro, nunca puedes alcanzar la perfección», admite con seguridad. Para este artista, que crea un colorido arte abstracto con los rotuladores Molotow, no hay nada perfecto en el mundo (ni siquiera lo son las matemáticas). «El idioma es esencial, pero no es perfecto. Es, simplemente, una herramienta que los seres humanos inventaron. En cambio, la sensación, la emoción, no está creada ni inventada, es algo vital con lo que nacemos y, por eso, considero que puede ser el idioma universal. Intento romper el concepto de idioma para que la gente pueda sentir más allá de las barreras», argumenta.
Un mundo de realidades
El objetivo de las obras de Masaaki Hasegawa es conectar a la gente. Con esta misión, no es de extrañar que sus proyectos hayan generado impactos positivos en la sociedad. Un ejemplo de su labor es la colaboración que realizó con el Instituto de Empresa en Madrid, creando una obra de 45 metros. «Primero, creé una obra más pequeña y la mostramos a más de 500 estudiantes. Les preguntamos qué veían ahí y me dieron cientos de palabras y observaciones: creatividad, caos, caligrafía, incluso pizza –recuerda al reflexionar sobre su trayectoria artística–. Luego, creé la obra más grande, basada en esas palabras y asociaciones, y demostré que, aunque vivamos en el mismo mundo físico, cada persona tiene diferentes interpretaciones de la realidad». Masaaki está convencido de que si hay 500 personas, hay 500 interpretaciones, pero no siempre tenemos la oportunidad de darnos cuenta de ese hecho tan sencillo.
«El arte puede ser un catalizador para que prestemos atención a miles de interpretaciones de otros artistas, acercándonos y familiarizándonos con otros puntos de vista que pueden ser sorprendentes, inusuales y frescos».
Unit.City
Una de las últimas colaboraciones del artista japonés con Ucrania es Unit.City, el primer parque de innovación ucraniano. Esta colaboración, que tiene el mismo objetivo que las demás, le ha permitido inspirar y animar a los ucranianos a ver las posibilidades que el mundo les ofrece. «Ucrania está creciendo y cambiando mucho en los últimos años. He notado que los ucranianos tienen muchas ganas de aprender y crecer cultural y artísticamente. Las obras en sí mismas pueden reflejar esa energía que el país y la gente local poseen, además de que les muestra cómo un artista japonés interpreta Ucrania y su cambio. He recibido muchos comentarios positivos sobre esta colaboración inspiradora», recuerda mientras está involucrado en nuevas colaboraciones en la ciudad ucraniana Kyiv. Exactamente, esto es el valor de su arte: poder inspirar a otros y conectar los puntos. Cada vez que Masaaki encuentra fronteras, no intenta romperlas, sino establecer diferentes puntos de vista y pensar cómo podría ayudar a los demás.
La sinestesia como forma de vida
A lo largo de su vida, el propio Masaaki Hasegawa ha sobrevivido a varias barreras culturales y sociales. Creció con sinestesia: podía ver la música y sentir el tiempo como espacio. Cuando era niño, era extremadamente sensible, hasta tal punto de que a veces la realidad era demasiado vívida e inmensa. «Cuando mis ojos estaban cerrados, veía la música y los sonidos como coloridas líneas que se movían. El tiempo tenía su propia forma, al igual que el espacio. Hora, día, semana, mes y año tenían una manera de moverse y unos colores específicos. Por ejemplo, la semana circula a la derecha, pero los meses a la izquierda; el miércoles es azul, el sábado es moreno y mayo es verde. Todas estas sensaciones eran tan vivas y desmedidas que siempre me enseñaban mucho más de lo que parecía. Para mí, el mundo estaba lleno de información que yo no podía procesar y tampoco sabía cómo hacerlo», nos explica su experiencia.
Masaaki podía sentir muchas cosas que la mayoría de gente ignora. Para el artista japonés, esta fue una experiencia dolorosa. Fue una época complicada, marcada por la ausencia de la comprensión. Cuanto más explicaba lo que sentía, menos le entendían. Por eso, empezó a desarrollar las letras que no se puede leer, sino sentir.
El artista, que conjuga arte y humanismo, mezcla los sentidos en sus obras. No confía en el mundo físico, ni en el idioma ni en las barreras. Confía en el arte. Con una camiseta que alerta que no hay otro planeta –Because there is no planet B–, el calígrafo urbano lucha por la creatividad.
«La creatividad no es la capacidad de ‘crear’ algo, sino la capacidad de conectar puntos e imaginar. Obviamente, no puedes crear algo si no lo has imaginado antes. Lo que necesitas hacer es sacar lo mejor de ti mismo y pensar en grande».
«Los seres humanos han podido evolucionar porque pueden imaginar un futuro que todavía está por llegar. Desgraciadamente, la mayoría de la gente pierde esta capacidad como consecuencia de complejos procesos de educación que se enfocan más en memorizar y en estandarizar. A día de hoy, son muchos los que tienen miedo de soñar. Si quieres sacar tu creatividad al máximo, imagina tu mundo, tu futuro, tu vida ideal. Hazlo de una manera tan realista que solo uses los cinco sentidos. Esta imaginación te enseñará qué necesitas hacer de verdad. Llevar a cabo las acciones ya es el segundo plan».
La cultura como motor artístico
Masaaki extrae lo mejor de las tradiciones y mentalidades de cada país donde reside y, al final, se convierte en un cosmopolita con una enorme imaginación. Como se puede deducir, Masaaki vive en un mundo no condicionado por las fronteras. Él es japonés, pero tiene una estrecha relación con España y, lo más valioso que ha aprendido en el país, es la pasión que desprende su cultura. Masaaki ha conocido a gente que se dedica a su pasión, ya sea arte, diseño, deporte o gastronomía. «Aquí he aprendido que tener pasión por algo es un estilo de vida. Conocer a gente con pasión me enriquece mucho», subraya. Por otro lado, Japón tiene una cultura que se basa en trabajar duro, pero con mucha paciencia.
La combinación de su pasión –que ha descubierto y sacado de España– y la paciencia con la que ha nacido y que ha aprendido en Japón, le permite escribir libros, dar charlas y crear obras de arte. «Cada país tiene diferentes ventajas y desventajas. No puedes ver solo un lado e ignorar el otro. Si vives en otro país que tiene una cultura muy distinta a la tuya, es muy importante poder ver los dos lados de la moneda y pensar cómo puedes aprovechar las ventajas. Sin embargo, todos los lugares tienen algunos problemas que a veces te dificultan la vida, pero estoy convencido de que quejarse no cambia nada», enfatiza.
El Caligraffiti más grande del mundo
En la azotea del vibrante museo-ciudad del arte Zapadores –un nuevo proyecto de La Neomudéjar–, rodeado por la poderosa y racionalista estética del antiguo cuartel del Ejército en Madrid, Masaaki Hasegawa creó la obra de la caligrafía urbana más grande del mundo: un mural de 1.800 metros cuadrados de caligrafía, creatividad y pasión por la vida. Así ha conseguido trasladar un mensaje –que incluso se ve desde el cielo– sobre la ausencia de fronteras por todo el mundo.
«Todos vivimos en un mismo planeta donde no existen bordes físicos entre países. Aún así, siempre nos identificamos con algún país, alguna nación o etnia –razona el calígrafo–. Naturalmente, preferimos relacionarnos con otros con los que compartimos un contexto o unos valores comunes. Es una manera de sobrevivir. Sin embargo, como vivimos en el siglo XXI, tenemos que entender que cada persona tiene una mentalidad, unos pensamientos o valores diferentes. No hay una sola cosa correcta. Tenemos que darnos cuenta de que cada persona tiene una propia interpretación y visión del mundo. Tenemos que aceptar que otros piensan diferente a nosotros. Tenemos que ser conscientes de que cada uno puede ser mucho más creativo de lo que puede llegar a pensar».