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El dueño de la marca de ropa Patagonia dona su empresa a la lucha contra el cambio climático

Yvon Chouinard crea un fideicomiso y una organización sin fines de lucro que serán los dueños del 100% de una compañía valorada en 3.000 millones de dólares

El fundador de Patagonia, Yvon Chouinard, recargado en el pequeño taller donde forjaba equipo de montañismo y del cual surgió la compañía.
El fundador de Patagonia, Yvon Chouinard, recargado en el pequeño taller donde forjaba equipo de montañismo y del cual surgió la compañía.Al Seib (Los Angeles Times via Getty Imag)
Luis Pablo Beauregard

La marca Patagonia fabrica desde 1979 ropa para aventureros. Sus pantalones, chalecos y chaquetas están diseñados para ríos y cimas de montañas, pero es más común verlos en las calles de Nueva York, Chicago o Los Ángeles. Antes de que el chándal se convirtiera en un atuendo de oficina bien visto, las prendas de Patagonia eran la principal elección para los viernes casuales de Wall Street. La empresa se ha convertido este miércoles en noticia mundial después de que su fundador, Yvon Chouinard, un escalador en roca convertido en multimillonario, ha traspasado la empresa a un fideicomiso que permitirá utilizar las ganancias de una compañía con un valor de 3.000 millones de dólares a la lucha contra el cambio climático. “En lugar de extraer valor de la naturaleza y transformarla en ganancias para nuestros inversionistas, usaremos la riqueza que Patagonia crea para proteger la fuente de todo bienestar”, ha escrito Chouinard en una carta pública. El anuncio ha sido firmemente aplaudido por novedoso entre los sectores filantrópicos de Estados Unidos en un momento donde las grandes fortunas son sujetas a debate.

Chouinard, de 83 años, se convirtió en millonario de forma inesperada. “Yo nunca quise ser un hombre de negocios”, escribe. Estadounidense de origen franco canadiense, comenzó siendo un artesano que fabricaba equipo para sus amigos y después pasó a hacer vestimenta. Con el tiempo, la marca se fue convirtiendo en parte de la identidad de los aficionados a la vida en exteriores preocupados por el deterioro del medio ambiente. La cúpula de la empresa alimentaba estos valores y promovía una filosofía de consumo que rompía con las líneas fuertes del capitalismo. A diferencia del fast fashion, la marca invita a sus compradores a utilizar sus prendas hasta que estas lleguen al final de su vida útil. Las tiendas de Patagonia no abren durante el Black Friday, una jornada donde se da rienda suelta al consumismo estadounidense. También destinan, y lo seguirán haciendo, el 1% de sus ventas a organizaciones ambientalistas. A pesar de esto, la compañía probó ser un extraordinario negocio con ventas por más de 1.000 millones de dólares anuales.

Chouinard, su esposa y los dos hijos de la pareja, Fletcher y Claire, han transferido la empresa y fortuna a dos organismos: el Patagonia Purpose Trust, un fideicomiso que tendrá el 2% de los títulos de la empresa, y una organización sin fines de lucro, Holdfast Collective, que será propietaria del 98% de la marca de ropa. Estas fueron creadas para emplear los 100 millones de dólares que obtiene anualmente la compañía de ganancias para luchar contra el medio ambiente y proteger las reservas ecológicas en todo el mundo. “Espero que esto pueda influenciar una nueva forma de capitalismo que no sea con un pequeño grupo haciéndose rico mientras otro gran grupo se queda pobre”, dijo el empresario a The New York Times, el diario que publicó primero la noticia.

Ubicada en la ciudad de Ventura, California, al norte de Los Ángeles, Patagonia seguirá siendo una marca con fines de lucro. El fideicomiso obliga a los integrantes de la familia Chouinard a vigilar que los recursos estén siendo empleados de buena manera. En su carta, el patriarca de la marca defiende su elección. “Una opción pudo haber vendido Patagonia y haber donado el dinero, pero no podíamos asegurarnos de que un nuevo dueño mantuviera nuestros valores... Otro camino hubiera sido hacer pública la empresa. Habría sido desastroso. Incluso las compañías públicas con buenas intenciones están sometidas a una gran presión para generar ganancias en un plazo muy corto”, explica Yvon en una carta que tiene como título “La tierra es ahora nuestra única accionista”.

El asesor financiero que ayudó a la familia a crear la estrategia, ha explicado al diario neoyorquino que los Chouinard pagarán unos 17 millones de dólares por la creación del fideicomiso. La organización Holdfast Collective ya ha recibido donativos de 50 millones de dólares y pronto recibirá 100 millones más. Ha sido fundada de una forma que no permite a los dueños de la empresa obtener beneficios fiscales por las donaciones. “No obtuvieron ninguna deducción por todo esto”, señaló Dan Mosley. Este gesto filantrópico intenta marcar distancias con las empresas que buscan pagar menos impuestos dando donativos a causas ambientalistas, una práctica que en inglés es conocida como greenwashing, un pretendido interés en la lucha contra el cambio climático. “El financiamiento vendrá de Patagonia: Cada año, el dinero que hagamos tras reinvertir en el negocio será distribuido como dividendo para luchar contra la crisis”, puntualiza Yvon Chouinard.

No hay muchos ejemplos similares al que ha dado este miércoles el dueño de Patagonia. MacKenzie Scott, la primera esposa de Jeff Bezos, ha hecho un esfuerzo por donar gran parte de su fortuna en vida. En junio del año pasado repartió más de 2.700 millones de dólares en junio pasado a 300 organizaciones sin fines de lucro. En marzo, justo cuando se perfilaba el proyecto en el Supremo para acabar con la legalización del aborto, dio otros 250 millones a Planned Parenthood, una organización que lucha por los derechos reproductivos. Melinda Franch, quien estuvo casada con Bill Gates, dijo a inicios de este año que no dejará su fortuna en la fundación que creó junto a su exmarido. En cambio, pretende repartir parte de esos 110.000 millones de dólares en varias empresas filantrópicas, aunque no las ha especificado.

A finales de 2020, los viejos suéteres y polares de Patagonia formaron parte de un frenesí por lo vintage. Las prendas fabricadas por la compañía en los años 80 y 90 podían llegar a cotizarse hasta en 165 dólares por los aficionados a la ropa de segunda mano y alcanzar hasta los 300 dólares en línea. El valor de Patagonia, sin embargo, parece no estar en el pasado sino en su futuro.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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