La Feria del Libro de Alicante ha sido la organización que ha desatado las críticas de más de 2.000 diseñadores a través de Facebook al convocar un concurso para desarrollar el cartel de su próxima edición
No es la primera vez que hablamos sobre concursos de diseño («¿Quién querría diseñar el logo de Objetivo Eurovisión con un premio tan “irresistible” como este?», «El Congreso Nacional de Estudiantes de Medicina convoca un concurso cuyo premio “plus” es la asistencia al propio congreso») e, intuimos, que tampoco será la última. En algunas ocasiones hemos criticado los injustos precios con los que muchas autoridades pretenden recompensar al participante que, finalmente, gana uno de estos concursos. En otras, hemos criticado la falta de transparencia, especialmente cuando hablamos de temas públicos, o la total carencia de unas bases coherentes y adecuadas con el actual ejercicio de la profesión. La propuesta de la Feria del Libro de Alicante llegó a nuestros oídos hace unos días, y nos sorprendió, de nuevo, el poco acierto con el que algunas organizaciones encaran estas cuestiones. ¿La diferencia? Esta vez, el sector del diseño, en masa, ha sido contundente: no. No a este tipo de concursos.
«Si eres creativo y dominas el arte del diseño, participa en el concurso que te propone la Feria del Libro de Alicante 2017. De entre todos los participantes, se seleccionará el que será el cartel anunciador de la próxima Feria del Libro. Además, al ganador se le premiará con 500 €. ¿A qué esperas?». Las bases del concurso ya alertaban en su momento de un carácter, cuanto menos, profesional. Un elemento que empeoró todavía más la convocatoria es el relativo al jurado: «Las obras presentadas se someterán a votación popular a través del Facebook oficial de la Feria del Libro de Alicante. El diseñador ganador será el que obtenga un mayor número de “me gusta”». El descontento por parte de muchos profesionales del sector, sumado a la posibilidad de participar activamente en las votaciones, ha tenido como consecuencia un posicionamiento claro al respecto: boicotear el concurso, precisamente, a través de darle likes de la red social a una propuesta en concreto.
El diseñador Álvaro Sobrino ha sido uno de los promotores de la iniciativa, que contaba hace unas horas de la siguiente manera en su Facebook: «Estos días 1.400 diseñadores han participado en las vocaciones del concurso del cartel de la Feria del Libro de Alicante. Con sus likes a uno de los carteles que no era el mejor, han –hemos- visibilizado que estos concursos son un despropósito». Según las bases de la Feria del Libro de Alicante, el cartel ganador se exhibirá en un acto público el próximo 12 de febrero. Estaremos atentos a la resolución.
Una de las posibles soluciones a este tipo de actuaciones ya la hemos planteado en muchas ocasiones. Si se quiere convocar un concurso, ¿por qué no hacerlo de manera cerrada y remunerada? Y explicamos el procedimiento: el convocante escoge a un número de posibles candidatos según las características del trabajo a proponer y la calidad de los mismos. Todos reciben una compensación por el proyecto que presentan y, además, el ganador obtiene una mayor remuneración y su pieza es la que se utiliza. ¿Más caro? Sí, sin duda, pero también más lógico, porque nadie puede dudar que es más justo pagar a la gente por su trabajo que pretender que lo hagan gratis. Simple ética.
Parece, sin embargo, que cuando hablamos de diseño, tendemos a situarlo en la categoría de «arte» y, por lo tanto, a ampararnos bajo el pretexto de que en estos casos «se trabaja gratis». Frente a ello, Álvaro Sobrino también es contundente: «Lo que en este caso se ha hecho es como si alguien quiere un retrato de su hijo, y le dice al pintor “pinta el cuadro y, si me gusta, te pago”. No, incluso peor: es como si se lo dijeran a cincuenta pintores, y luego solo se le pagara a uno. Un cartel no es una novela, ni un cuadro, responde a unas necesidades específicas». Además de ello, el diseñador remarca el tema «artístico». «El diseño es una actividad técnica, con componentes formales, sí, pero su carácter artístico además de escaso […] es irrelevante: su valor es funcional», apunta Álvaro Sobrino.
Este hecho, sin duda, es el pretexto perfecto para pararse a pensar en lo sucedido detenidamente. Por un lado, debemos reivindicar, una vez más, que este tipo de concurso no tienen ni deben tener cabida en el contexto actual. Por otro, que cuando todos somos capaces de aliarnos y unirnos frente a una disyuntiva común, adquirimos mayor fuerza. «El tiempo ha demostrado que a veces esta profesión sí hace piña cuando ha de defenderse», ha mencionado Sobrino. A ver si aprendemos más de ello.