Reportaje: ¿Cuánto vale crear una tipografía?

El término valor puede verse desde diferentes prismas. Hoy nos queremos fijar, a través de un amplio reportaje, en lo que cuesta crear una tipografía, qué esfuerzo, qué inversión y qué conocimientos hacen falta para poder desarrollar un proyecto tipográfico que finalmente desemboca en un archivo digital que podemos instalar en nuestro ordenador. También echaremos la vista atrás y veremos lo que costaba una tipografía en la era del plomo, algo que hay que tener en cuenta para saber valorar el momento en el que vivimos ahora. ¿Cuánto vale crear una tipografía?

La profesión de tipógrafo es una actividad muy poco reconocida en nuestro país, y en general, poco conocida para el común de los mortales. Las letras parece que siempre han estado ahí y que salen por generación espontánea. Solo hay que preguntar a cualquier amigo ajeno al mundo del diseño y sus respuestas serán similares a las que les damos a los niños ante preguntas como «¿De dónde vienen los niños?» o «¿A qué huelen las nubes?».

La historia de la tipografía nos habla de los grandes esfuerzos tecnológicos e industriales que suponía sacar una tipografía a la venta. De las grandes industrias que se generaron alrededor de la letra, emporios que hoy siguen cosechando grandes beneficios. También de los esfuerzos personales de unos profesionales que en la mayoría de los casos estaban considerados apenas unos excelentes técnicos de taller con conocimientos en metalurgia. «Una vez dibujado el alfabeto eran grabadores y técnicos expertos los que fabricaban las letras», nos cuenta Lola Espinosa. «De cada letra debía hacerse un punzón de acero del que luego se sacaría la matriz en cobre para fundir los tipos. Con las matrices fabricadas para cada tipografía, cada cuerpo y cada peso, la fundición ya estaba lista para producir y distribuir las tipografías entre las imprentas».

Tipografías que entonces costaban una verdadera fortuna. «Una tipografía completa podía costar alrededor de las 200.000 pesetas», apunta Lola, pero si tenemos en cuenta el salario de la época [11.400 ptas.] la compra de una tipografía estaba al alcance de pocos. Incluso de pocas imprentas. «Las imprentas pequeñas solían comprar unos pocos comodines y llenarlos con tipografías y cuerpos variados para poder hacer frente a pequeños trabajos».

Hoy el formato digital lo ha cambiado todo y para desarrollar una tipografía hace falta bastante menos que entonces. Aunque no hay que montar una fundición hace falta algo más que un lápiz afilado o un ordenador.

Lo lógico es pensar que con un ordenador y unos cuantos programas básicos el tema está básicamente resuelto. Seguramente, para realizar un pequeño divertimento tipográfico es más que suficiente. Pero para crear una tipografía de uso real que pueda ponerse a la venta y que haga frente a las infinitas situaciones a las que se enfrenta una fuente, la cosa se complica.

Para crear una fuente básica, cuatro pesos (light, normal, bold, extrabold) y los estilos de cursiva-italic hay que armarse en primer lugar de mucha paciencia y pensar en meses o años. Josep Patau tardó «tres años en crear la Farrerons», sin embargo, la reciente Boxed la realizó en «tan sólo 3 meses». Depende mucho de la exigencia y del tiempo de dedicación diaria. Josema Urós nos da una apreciación más exacta: «En una tipografía de encargo, de texto, con 8 estilos, yo no me comprometería en menos de 7 meses. Y hablo de meses de trabajo intenso en el proyecto».

Aunque realmente, si se quiere hacer bien, se puede invertir mucho tiempo en el proceso creativo y de investigación. Y para muchos la parte previa es la más importante y en la que dedican, por lo general la mayor parte del tiempo, como nos indica Damià Rotger: «Por mi forma de trabajar, no puedo concebir un proyecto tipográfico sin un fase intensa de pensar e investigar».

Otro apartado nada banal es el tema del software. «Como mínimo necesitas Fontlab, con el que si quieres lo puedes hacer todo», pero todos utilizan otro tipo de herramientas que mejoran o ayudan en muchos de los procesos. Es el caso de Patau que utiliza hasta 10 herramientas diferentes, lo que supone un buen nivel de inversión y un alto grado de conocimiento. Y mucha paciencia y tiempo perdido en bucear en estos programas nada amigables. «La tipografía siempre ha llevado implícita la tecnología para su creación y ahora toca esto. Para crear una tipografía hay que saber un mínimo de programación».

Y es esto último en lo que parece que nadie se acuerda. La programación en OpenType o WOF es actualmente uno de los temas a tener más en cuenta a la hora de comercializar una buena fuente. Internet o las pantallas (ya no el papel) es el nuevo gran escenario de la tipografía, donde todo parece posible y todo se complica hasta el infinito.

A todo lo anterior hay que añadirle grandes sumas de conocimientos aprendidos sobre historia, ortotipografía, dibujo, arquitectura de la letra, legibilidad, geometría, funcionalidad, sistemas operativos… «Como les comento a mis alumnos al inicio de los proyectos de creación de alfabetos, lo más interesante, a mi modo de ver, es que estos conocimientos necesarios en diversas áreas toman cuerpo uno a uno en los diferentes estados del proceso: filosofía, poesía e historia en el estado de conceptualización; arte, historia y dibujo en el de formalización; ingeniería y código informático en metrics y programación; diseño gráfico e interfaz en el proceso de test».

Está claro que calcular el coste de la realización de una tipo es complejo y sería «impensable incluir el -lógico, por otra parte- porcentaje de know-how en el presupuesto o factura. Haría inviable la mayoría de encargos», como nos apunta Josema Urós. Pero sí nos podemos hacer una idea.

Entre hardware y software, más el tiempo necesario que hay que invertir para desarrollar una buena fuente hablamos de unos miles de euros –entre 5.000 y 7.000 [según nuestra encuesta]– y entre 5-8 meses a tiempo completo. Tiempo que habitualmente suele ser mayor si se realiza a tiempo parcial. En muchos casos hablamos de tres o cuatro años.

Todo este trabajo no siempre se suele rentabilizar. «Cada fuente –explica Urós– vive su vida comercial en función de su exposición –popularidad–, su distribución, su estilo, su usabilidad…», pero también depende, como cualquier producto, donde esté a la venta. No es lo mismo venderlo en tu web personal que en una gran distribuidora. Incluso el uso en muchos casos va en detrimento de su popularidad. En algunos casos, incluso dejando la libertad de que el cliente ponga el precio de la tipo se puede llegar a un resultado muy interesante. [Ver caso real de Valentina de Pedro Arilla, que consiguió unos 5.000$, TipografíaDigital.net].

Pep Patau nos pone sobre la pista del retorno: «No todas las tipografías se venden igual de bien. A partir de 40 licencias vendidas ya puedes estar contento. De todos modos, no todo lo que se vende lo recibe el diseñador, en My Fonts, por ejemplo, recibe el 50%. Cada plataforma es diferente». Lo que supone unos 5.000 euros. Es posible que otros autores más populares obtengan un rendimiento mucho mayor. House Industries, con todo su arsenal de merchandising y popularidad mundial seguro que está en cifras muy superiores. Pero eso es otra liga.

Sea como sea, no parece que con el sacrificio que hay detrás de una fuente estemos hablando de enormes beneficios. Una profesión, la de tipógrafo, de la que como dice Rotger «nunca he tenido la intención de vivir exclusivamente de los ingresos que provienen del diseño de tipografías, y esto me aporta un relax y una serenidad que me despojan de estrés y tensiones, y así poder continuar mis experiencias tipográficas como un explorador, un aventurero pasional con disfrute y satisfacción en los caminos y procesos, y no únicamente en las metas».

Y es que en el fondo en estos momentos en «un panorama actual –dice Urós– que sabemos que es de sobresaturación tipográfica, lo que amplía las posibilidades del comprador y disminuye las del vendedor» dedicarse a esto de diseñar letras es mucho más un tema de cariño y amor. Aunque claro no estaría mal que todos nos tomáramos en serio el hecho de comprar tipografía. Fuera de España, el trabajo de tipógrafo está considerado y en muchos casos bien remunerado. Aquí todavía nos queda mucho que mejorar.

Por unos euros podemos obtener tipos exquisitos y maravillosos, hacer felices a sus creadores y de ese modo facilitar que en el futuro surjan nuevas maravillas que nos ayudarán, y mucho, en nuestros proyectos. También podemos usar tipos maravillosos que se distribuyen gratuitamente pero, al menos, es bueno saber todo lo que se cuece hasta llegar a este momento en el que instalamos una fuente y todo funciona.

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