Nunca un proyecto sumó tantos apoyos ni fue tan ilusionante.
Quién nos iba a decir hace diez meses que convertir Valencia en Capital Mundial del Diseño y poner en valor el talento de sus creativos y de sus empresas sería una labor de unión, de equipo y de convoy a la que toda la sociedad iba a responder con un apoyo incuestionable.
Quedan pocas semanas, quizá días, para saber si finalmente València será Capital Mundial del Diseño en 2022. Enfrente, está Bengaluru, una ciudad india con grandes problemas de suministro de agua potable que aspira a resolverlos a partir del diseño. Un proyecto muy potente que puede marcar un antes y un después para esta ciudad india que quiere hacer país.
Sin embargo, en València se han unido muchas sinergías, muchas personas, mucho talento y muchos elementos que nos convierten ya en una ciudad referente en diseño a nivel internacional.
Por el camino, se han unido mucho trabajo, una gran ilusión y el apoyo incondicional de todos los que se han involucrado e interesado por este proyecto.
Por fin, València ha encontrado una excusa para dar a conocer algo que existía, que el sector del diseño, del interiorismo y de la arquitectura sabía, pero que era demasiado sectorial, demasiado endogámico. Demasiado cerrado a pequeños grupos de creativos.
Con este proyecto hemos conseguido que profesionales, instituciones, empresas, sociedad y medios de comunicación se sumen a un mismo discurso, a unos valores ligados a la creatividad de nuestra tierra, con ese carácter emprendedor que nos impulsa a crear y con nuestra manera de ver la vida y de abordar proyectos conjuntos.
Hemos vivido momentos que nos han puesto a todos los pelos de punta.
La primera vez, fue en diciembre, cuando anunciamos que nos queríamos presentar. Más tarde cuando lo hicimos. Cuando supimos que éramos la única ciudad europea seleccionada. Cuando conocimos nuestra oposición. Cuando deslumbramos a los miembros del jurado con un movimiento social que aunó arquitectura, diseño e interiorismo, y pudieron debatir con profesionales, conocer proyectos de sostenibilidad, diseño y emprendedurismo de primera mano, dialogar con gerentes de empresas punteras en todo el mundo y conocer a referentes políticos que empiezan a ver el diseño como un valor económico clave.
De hecho, es el primer proyecto que cuenta con un apoyo político sin precedentes en nuestra tierra. Si hace años llorábamos por las contrataciones no profesionales que llevaban a cabo en las instituciones valencianas para las campañas gráficas de comunicación, cinco años después, parece mentira que el diseño forme parte de un programa electoral. O que haya unanimidad en el pleno del Ayuntamiento y en las Cortes para apoyar este proyecto. O recibir el apoyo explícito de tres Ministerios y de la Casa Real.
Sin duda, conseguir que Valencia fuera el epicentro del diseño mundial en 2022 sería algo fantástico para la ciudad, pero también para el país.
En primer lugar, nos permitiría emprender un debate sobre cientos de temas e intentar mejorar la ciudad con la mirada de diseñadores capaces de plantear soluciones creativas y alternativas a problemas muy concretos. Hablamos de urbanismo, de comunicación, de género, de educación, de empresa, de historia, de sostenibilidad, de solidaridad… Por otro, encontraríamos algo que sí es nuestra marca país. Que pone en valor lo que somos como territorio: el diseño. Y, con eso, podríamos impregnar a toda la ciudadanía para mostrarles el valor de la herramienta por hacer las cosas mejores, más eficientes, más productivas y también, más bellas.
Nos contaban hace tiempo que cuando Helsinki fue la Capital Mundial del Diseño no sólo las instituciones y la sociedad se volcaron en el evento (a nivel participativo y económico). También lo hicieron las empresas, que encontraron una razón con la que poner en valor su marca y el presupuesto estimado fue mucho mayor de lo esperado. Es indudable que la cultura del diseño en los países nórdicos es mucho mayor que aquí, pero ojalá esto sirviera para motivar a las empresas a encontrar una nueva razón para expresar qué aspectos de su trabajo mejoran gracias al diseño. Un argumento que, ante la posibilidad de internacionalización y exportación, las hace mucho mejores.
Durante la visita de dos días del Comité Técnico de la World Design Organization, el pasado mes de junio, una de las cosas que más nos repitieron fue que València ya era una Capital Mundial del Diseño, pero que el mundo aún no lo sabía.
Se quedaron asombrados conociendo el pasado histórico de la ciudad, la importancia de sus museos, la proyección de sus empresas, la tradición de sus industrias, el talento de sus diseñadores, proyectos como Free Design Bank de Manolo Bañó, Closca de Carlos Ferrando, la Torre Eólica de Fran Silvestre, las colecciones de Andrés Alfaro e incluso la importancia e implantación de este mismo medio de comunicación, Gràffica, que, con sus páginas y revistas alcanza a más de 500.000 personas a nivel internacional. Todos ellos proyectos que desde el diseño se difunden en todo el mundo.
Y, todo esto, sin mencionar la calidad de vida de una ciudad como la nuestra. Donde se puede vivir y trabajar cómodamente, Donde diseñadores como Jaime Hayón deciden venirse a vivir a pesar de poder residir en cualquier rincón del mundo. Donde llegan nuevas empresas y nuevos proyectos que las promueven, como Lanzadera, Angels y EDEM. Que, sin ser una gran urbe, todavía mantiene su magia, su gusto, pero que sería aún mucho mejor si la Capitalidad nos permitiera reflexionar y mejorarlo todo. Sigamos soñando porque esto solo es el inicio.